Durante el juego libre, es decir, sin filtros, reglas ni guía de un adulto, los niños dejan volar su imaginación sin límites, descubren el mundo que les rodea, exploran, aprenden y se desarrollan.

El juego libre da la opción de elegir a lo que quieren jugar, con qué y el uso que le dan a los objetos. Consiste en jugar con su cuerpo, con juguetes, manipular objetos, poder moverse guiados por su propio instinto y por su curiosidad. Los principales beneficios son interacción del niño con su entorno, eleva su autoestima, incentiva su imaginación y creatividad y favorece su inteligencia social.

En un futuro serán personas que tengan capacidad ejecutiva con ciertas características personales como tener iniciativa, ser buen comunicador, resistencia al fracaso, resolución de problemas de manera creativa y, sobre todo, tener confianza en uno mismo.

 Todas estas características se fomentan, desarrollan y fortalecen practicando el juego libre durante la primera infancia.

Dejemos que los niños decidan a qué quieren jugar, demos herramientas para alimentar su curiosidad, que tengan acceso a juguetes que no los limiten sino que abran posibilidades. Recuerden que estamos formando a los adultos de mañana.